Archivo de la etiqueta: despedida

La despedida

Me da reparo que una cama de sábanas blancas, que pertenece a nadie y a cualquiera, sea testigo cada vez de nuestra despedida. Me siento torpe, sucia, frágil, humillada, insegura, pequeña… No me gusta el desamparo de esa habitación, ni la tristeza de esas horas. No acierto a decir nada que consuele ni nada que anime o sea bálsamo que alivie el momento. Mis manos se vuelven torpes y mi cuerpo no responde ante tu pena, ni mis ojos a los tuyos saben dar una respuesta , ni mi boca atina a besar donde se la convoca.

Me siento, allí tendida, presa del desamparo y no hay nada más sincero que salga de  mi que las lágrimas. Quisiera que me abrazases pero tu dolor tampoco me consuela, nada puede aliviar ese momento más que el recogimiento en uno mismo. Nada ni nadie es cura ni antídoto de algo que ya llevamos tan dentro. Solo nosotros mismos con gran esfuerzo, somos capaces de encontrar consuelo en cualquier nimiedad o clavo ardiendo que se presente aquel momento o en uno no muy lejano.

Porque la pena, como otros males, no puede dejarse a la suerte por mucho tiempo.

Las últimas horas

Aquella noche apenas durmieron. Y no porque la pasión le robara horas al sueño. Era la tristeza, la premonición de lo que en unas horas iban a tener que vivir lo que les quitaba el sueño. Hicieron el amor, besaron cada centímetro de piel, susurraron ‘te quiero’, entrelazaron sus manos y en silencio quedaron escuchando sus agitadas respiraciones. Seguir leyendo Las últimas horas

Ese amor

Ese amor que no llega abriendo puertas  ni entrando de un salto por la ventana, sino derribando muros que creías bien cimentados. Ese amor que llega sin avisar, de pronto, por sorpresa. Ese que llega tranquilamente demoledor, el que te desordena, te llega al fondo y consigue removerte por dentro. El que se labra día a día.

Ese amor es el mismo que cuando se va, lo hace tan sutilmente que no te das cuenta y una mañana despiertas y ya no está. Se va con calma, a su ritmo, sin hacer ruido. Lo estás perdiendo, sabes que se va, que tienes que dejarlo marchar poco a poco. Si lentamente llega, lentamente se va. Y esta vez sí sale caminando por la puerta, se va natural. No arrastra los pies, no mira hacia atrás, no da portazos ni rompe a llorar. Se va como vino. Marcando.